Se aproximan las elecciones intermedias en México, y quien fuera candidato presidencial Ricardo Anaya – del Partido Acción Nacional – anuncia su regreso como contendiente por la presidencia para el 2024.
Resultaría ingénuo pensar que no sería así, e incluso tras tanta crítica que se hizo al actual presidente López Obrador sobre su insistencia en ocupar la presidencia los políticos se dan cuenta que la tenacidad puede resultarles provechosa para lograr sus cometidos, y no solo las ventanas de oportunidad.
Pero el tema para esta reflexión no son las acciones como tal de los candidatos, sinó cuestionarnos seriamente sobre los 7,200 millones de pesos que las leyes de nuestro gobierno le asignan a partidos políticos para las elecciones.
Esta gran suma de dinero podría usarse para mejores destinos, como combatir la pandemia de SARS-CoV-2, pero resulta interesante notar que los partidos de oposición reclaman cada centavo que NO se emplea en la lucha contra el virus, pero jamás han mencionado este jugoso botín.
Primero que nada, cuestionemos, ¿porqué TODOS los Mexicanos debemos pagar con nuestros impuestos las actividades de los partidos políticos? Vaya, los partidos han dejado de representar los intereses legítimos del pueblo y se han convertido en auténticas empresas que luchan entre si para lograr la preferencia del pueblo.
Lamentablemente la lucha ha crecido, y gracias a las redes sociales los mecanismos de neuropolítica son utilizados indiscriminadamente para lavarle el cerebro a los votantes potenciales haciéndoles notar la incompetencia del gobierno actual, pero sin ofrecer una sola propuesta que represente un beneficio real para el pueblo Mexicano.
Esta división política hace pensar en el origen de la expresión “partido político”. ¿Acaso no queremos TODOS los Mexicanos un país que resulte próspero para TODOS nosotros? ¿porqué tendríamos que partirnos – partir a México – para el beneficio de unos cuantos?
Y es que siendo realistas, es bien sabido que político ofrece, pero político no cumple cuando ocupa un puesto de función pública. ¿Porqué? Porque no importa, la impunidad reina y “se hizo lo que se pudo”. Es fácil culpar a quien sea y lo que sea y simplemente lavarse las manos, claro, después de haberse embolsado millones de pesos y lograr establecer negocios personales utilizando el dinero del pueblo: NUESTRO dinero.
La pregunta es fácil, ¿porqué un país de Mexicanos mayormente pobres deben financiar la actividad de campaña de candidatos? ¿porqué el candidato Anaya se puede dar la gran vida viajando por todo el país con su comitiva quedándose en los mejores hoteles y comiendo en los mejores restaurantes mientras que tantos Mexicanos se han quedado sin comer esta noche?
Todo eso es dinero perdido, una cifra enorme que pudo haber sido usada para beneficios reales para el país y sus habitantes, pero que solo fue aprovechado por un puñado de oportunistas para darse una gran vida al menos durante unos meses, sin importar si gane o pierda es dinero que ya se usó, y dinero perdido y totalmente tirado a la basura.
Ahora, se maneja un límite de recursos para cada candidato, por ejemplo, para presidentes el prespuesto se ha manejado en 400 millones de pesos, por lo cual muchos ciudadanos han solicitado al INE que reduzca dicho presupuesto para que ese dinero se emplee mejor en otras cosas, sin embargo dicha cifra resulta ridiculamente pequeña a comparación de los donativos que reciben los candidatos principalmente de empresarios.
Muchos dueños de grandes corporativos no le apuestan al mejor caballo, sinó que invierten dinero en TODOS los candidatos para favorecerse del gobierno en turno sin importar realmente la plataforma política que lo ampara. Dicha actitud resulta totalmente desfavorable para el país, pues no solo las calles se llena de basura de campañas electorales, sinó que esto representa un grave riesgo de corrupción, pues finalmente muchos empresarios lo hacen para lograr permisos otorgados para el gobierno con distintos fines, por ejemplo explotar recursos naturales, permitir construcciones ilegales, o demás.
Lamentablemente la incursión de empresas que dedican parte de sus actividades a crimen organizado meten la mano con miles de millones de pesos, logrando así que crezca una lucha donde no debería haberla.
Es momento de cuestionarnos seriamente si las campañas políticas son el mejor medio para promover a un candidato, pues favorecen demasiado a los corruptos y añejos partidos políticos, impidiendo además que aspirantes ciudadanos independientes logren buenos resultados electorales, y posicionando a auténticos truhanes como figuras públicas idealizadas – héroes que combatirán a los actuales villanos, que curiosamente terminan siendo de la misma casta que ellos mismos.
Las campañas se prestan a demasiada corrupción, hacen demasiada basura, generan un gasto exorbitante en algo totalmente inútil, pues al final las “autoridades” manipulan cualquier información con tal de lograr que su candidato sea posicionado en la función pública requerida para dar paso a nuevos negocios.
Lo peor, la coalición en contra de MORENA hará que este dinero sea utilizado por los partidos que la conforman para sembrar más odio entre los Mexicanos y ampliar la división que lamentablemente destacara López Obrador hace algunos años, misma que sigue siendo utilizada en contra del pueblo Mexicano, curiosamente por parte de aquellos que fueron mencionados y en contra de la mayoría de los Mexicanos.
Por cierto, si se hará una coalición, ¿no debería tratarse el prespuesto como si se tratara de un solo partido? De no ser así, el INE estaría atentando verdaderamente contra la democracia del país y el bolsillo de los Mexicanos.
Pero, ¿qué hacer para evitar tal derroche de dinero?
Una buena alternativa podría ser evitar las campañas en su totalidad, y en lugar de vanagloriar pillos, convertir al INE en un monolito de exposición de las propuestas de los candidatos, su información, su trayectoria, entrevistas con ellos, y dicho contenido publicarlo en Internet e incluso un canal televisivo para aquellos que no gozan de dicha tecnología.
Los costos de campaña se reducirían considerablemente, no pasaríamos meses de lavado de cerebro por parte de los partidos y daríamos oportunidad a ciudadanos realmente comprometidos a gobernar al país, y no solo a una casta que solo busca el poder para capitalizar sus negocios personales a traveś del erario público.
Otra alternativa sería destinar un presupuesto establecido para realizar campañas de construcción, es decir, en lugar de ir a llenar de basura y promesas (y promesas basura) a una localidad, se visitaría para mejorarla, construir lo que haga falta, reparar lo necesario y sellarlo con el nombre del candidato, así el dinero destinado a campañas políticas dejaría algún beneficio REAL desde antes de las elecciones, y sería mucho más meritoria la aproximación del candidato al puesto de función pública.
Definitivamente hay que evaluar la manera como se hacen campañas. Si bien México es un país tremendamente malinchista que considera que los Estados Unidos de Norteamérica hacen mejor las cosas, esto es totalmente falso en los ámbitos políticos y de función pública, y dicho país ha demostrado que su manera de hacer las cosas no es la mejor, provocando un grave golpe en sus sistemas electoral y democrático.
Es hora de hacer BIEN las cosas, de mejorar los sistemas, de echar por borda esas absurdas leyes que solo favorecen a quienes las promulgan y que no buscan un auténtico bienestar para la nación y sus habitantes.
Es hora de deshacernos de los partidos políticos y dejar que ciudadanos auténticamente comprometidos – los mejores entre nosotros – se hagan cargo de la administración pública de nuestro México.
Imagen:
Schweigen, bitte! (2018)
Acrilico sobre papel
Por 220